Por Elisabeth Román
Cuando la gente le dice a Manuel A. Villafaña: “No se puede hacer, no va a funcionar, no tenemos dinero suficiente…” Manny sonríe y con fe en Dios, el inventor de éxito se confirma en lograr sus objetivos.
Cuando era niño y vivía en el peligroso barrio del Bronx en Nueva York, atajando por callejones y callejuelas para escaparse de las pandillas, nadie se podría imaginar que un día se convertiría en uno de los inventores más importantes que ha conocido el mundo de la medicina cardiovascular.
Incluso hoy día, muy pocas personas de la comunidad hispana saben que uno de los inventores de la válvula cardiaca artificial es un puertorriqueño, de padre nacido en Morovis, Puerto Rico y de mamá de Santurce, un barrio de San Juan. Y sin embargo, el graduado de la Secundaria Cardinal Hayes en el Bronx, es muy conocido en los círculos científicos, de negocios y médicos de todo el mundo. Manny, como todo el mundo le llama, está en este momento preparándose para establecer su séptima compañía para su última invención de instru-mental médico. Es un pionero de la industria médica de Minnesota, ha establecido varias compañías en el estado y a sus invenciones y contribuciones se les atribuye el que Minnesota se haya convertido en la zona con la mayor industria de salud. Y todo esto lo hizo con una educación de secundaria.
Aunque Manny no tiene título universitario, gracias a décadas de experiencia e investigación, sabe más de marcapasos y válvulas de corazón que cualquier médico y posiblemente que cualquier otra persona en el mundo. Villafaña diseñó el marcapasos permanente, llevándolo de una duración de un máximo de 18 meses a una vida de 30 años. También es fundador del St. Jude Medical, donde colaboró en la invención de la válvula artificial del corazón. Además del espíritu de trabajo, Manny asegura que su madre, que era muy católica, le inculcó la fe a una edad temprana. En esto también contribuyeron los sacerdotes y hermanos de Cardinal Hayes, que le animaron a perseguir sus metas. Para Villafaña nada es imposible cuando se trata de sanar el corazón.
Como para la mayoría de hombres emprendedores, las cosas no han sido siempre fáciles. Antes de empezar su primera compañía, Villafaña luchaba por salir adelante con pocos apoyos y menos atención. Acabó en la iglesia un día y encontró una novena de San Judas (patrón de causas desesperadas) en la banca. Empezó a rezar la novena y pasó a establecer su primera compañía de instrumentos médicos. Cuando estableció su segunda compañía, Manny la llamó St. Jude Medical en honor al santo al que también recurrió cuando su hijo nació con problemas de salud. El niño se recuperó y recibió el nombre de Jude.
A pesar de su enorme éxito, Manny no ha olvidado sus humildes comienzos y sigue estando muy activo en la comunidad, dedicando tiempo al Club de Niños y Niñas Kips Bay de Nueva York y otras organizaciones benéficas. Y sigue siendo fiel a San Judas.