Estos santos franciscanos del siglo XIII lo arriesgaron todo por predicar la fe de Cristo en plazas y calles públicas de Sevilla, España. Algunos pensaban que estaban locos y querían mandarlos a casa. Pero el sultán trató de protegerlos enviándolos a Marruecos, donde siguieron predicando, incluso cuando muchos querían acallarlos. Cediendo a presiones, el sultán les ordenó desistir de su predicación y, cuando se negaron, los ejecutaron. Pareciera que habían fracasado, pero su ejemplo inspiró a muchos a ser misioneros. Entre los que siguieron ese ejemplo estuvo San Antonio de Padua.
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