Tras los pasos de Jesús

*242. <<Jesús es y será mi Capitán. Yolo quiero seguir y lo seguiré vestido con su  mismo uniforme del color de las virtudes de que Él va vestido, a saber, de Pobreza, Desprecios y Humildad>> (Propósitos del año 1843, en AEC p. 653).

Durante siglos y desde tiempos lejanos el jefe militar ha sido un referente social de fuerte atracción, visto como modelo para una vida de entrega a  ideales nobles. Y ha servido como metáfora para el liderazgo espiritual del mismo Jesús. Se puede recordar a san Ignacio de Loyola y a su obra, la Compañía de Jesús. No extraña que el misionero  Claret, que aprendió mucho de san Ignacio, describa su relación con Jesús en esos términos. Lo que quiere significar es su condición de seguidor de Jesús, discípulo suyo.

Hay diferencia entre un alumno y un discípulo. El alumno se enriquece con las enseñanzas de su maestro, ya se trate de un oficio o de una ciencia, que le permitirán desarrollar autónomamente una profesión. El discípulo, sobre todo según el lenguaje del Evangelio, junto con las enseñanzas, hace propias también las opciones y la forma de vida de su Maestro. Este es un vínculo de amor, que lleva a una cuidadosa imitación y a un compromiso de fidelidad.

Por otra parte, cuando Claret habla de vestir el mismo uniforme de su Capitán, se está refiriendo a la visibilidad social de la conducta del discípulo, que se define claramente con tres rasgos: pobreza, desprecios, humildad. Corresponden a la imagen que de Jesús nos ha dejado san Pablo en su Carta a los Filipenses (cf.2,6-8): una imagen nada intimista. Es lo que a los discípulos nos toca no sólo predicar, sino también testimoniar con la vida en nuestro ambiente.

Lo que al discípulo de Jesús enamora y sostiene no es un código disciplinar o un sueño o un ideal abstracto, sino la persona misma del Señor. Tocaría preguntarnos si, como Claret, nos hemos dejado encantar por la persona de Jesús, el Jesús del Evangelio. ¿Lo da a entender nuestro modo de vida?

 

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